EQUILIBRIO

No es posible palpar la perfección en dos caras distintas de gozo, una me arrebata el fuego con rabia indefinida, ruge sobre mi vientre como una bestia en celo, clava sus garras sin piedad mientras respiro una danza de caderas donde truena la madrugada. Imponente en su andar de piel distinta, señora de los milagros: envenenas el alma, conjuro de grises brebajes, sacudes mi garganta cuando tu lengua me inyecta locuras que resbalan en mis labios. De tus manos brota el humo calado en tu piel movediza, llama desbordada de los huesos, esencia justificante, desplazada con vehemencia sobre el fenómeno colgante entre mis piernas. Te atreves a todo, marcas tu sitio y la luz sucumbe a tu empuje que es mi empuje, simultaneamos las coordenadas circulares en las regiones pélvicas, batimos el misterio, entrelazando mariposas que llegan en el grito suave de la otra cara... Te burlas pero la aceptas, es tu lugar olvidado de la conciencia que entierra a las neuronas primitivas. Con su entrada termina tu guerra, la fatiga ondea su bandera blanca y la tregua propulsa un chasquido para unas horas. Te viertes en un sueño, impotente de prolongar el desafío de mis dientes en los redondeles de miel dibujados en tus senos. Todo tiene su momento, y si, te prefiero a ti, impura y pecadora, desquiciante en tu andar por los rincones de ganas de mi cuerpo, te prefiero a ti que remueves las entrañas de la tierra, que fuiste expulsada del paraíso de las vírgenes por promover la lividez como una ley de obligada consulta para los hombres. Te prefiero a ti que gimes y te volteas, que gritas pero exiges más, que subes y subes como la marea aunque no asome la luna. Pero no alejes de mi espacio la paz de las alas frágiles, el retorno de la cordura en nubes de mansedumbre.