MONUMENTOS GEMELOS

¡Y esos monumentos que están en tu pecho! En mi boca que los mira corre un río de miel. Mis dientes tiritan, son como niños impacientes cuando el hambre enviste seguro y lacerante. Y mis labios, guerreros de 24h, pétalos infinitos enraizados en el jardín de piel de los deseos. Y mis manos, bienaventuradas en la mansedumbre del tacto, fieras domadas por el roce, llamas escapadas de los incendios clandestinos. Si, ansían tocar, tomar la locura de sus simas, escapar con la gloria en el centro de la lengua, cuando lleguen a mi boca en un temblor rupestre, y provoquen sismos entre mis piernas. ¡Oh! monumentos gemelos, dos rocas idénticas bañadas de canela, aparición de belleza en dos mitades, excusa para invocar el desvelo, y mantener los labios vigilantes y sedientos.