Aquel
tipo de magia le resultaba fascinante. Sentía
que tenía el control,
Que era
poderosa; muy distinto de lo que había sentido al huir del licántropo, o
mientras los soldados la encerraban en el búnker a punta de pistola.
Le
quitó las botas y luego le bajo despacio la cremallera de los pantalones,
dejando a la vista la gran erección que se escondía debajo. Podía sentir cómo
su cuerpo se estremecía, expectante, y como de su pecho escapaban leves
gruñidos de placer.
Tiró
suavemente de los pantalones hacia abajo y, al hacerlo, le rozó la entrepierna
con el pelo, a lo que el licántropo respondió con un gemido.
Cuando
estuvo completamente desnudo, la bruja empezó a acariciarle la piel con
movimientos firmes, tal como había visto hacer a algunas de sus compañeras
brujas cuando querían sanar a alguien. Sus manos se calentaban sobre cada una
de las heridas y balas que aún quedaban en su interior. Cerró los ojos y se
dejó llevar por aquella extraña sensación, la piel recuperaba su estado
original.
Mientras
lo atendía, exploró su nueva forma, familiarizándose con aquel ser que le era
tan desconocido. Sin la rabia, sin la sangre… le parecía que podía dominarlo.
Siguió acariciándolo y se sorprendió al descubrir que las formas de la bestia
la excitaban.
Sus
espléndidos músculos y su enorme figura eran aún más imponentes, pero a pesar
de los cambios que se habían producido en su cuerpo, su piel seguía siendo la
misma.
Deslizó
las manos suavemente bajo el cuerpo del licántropo y descubrió heridas de bala
en la espalda y en la parte trasera del muslo. Al tocar su firme cuerpo, notó
los labios de la bestia en su cuello, sus colmillos mordisqueándole levemente
la piel, y de pronto fue consciente de que tenía a un hombre lobo en su forma ya humana, desnudo, atrapado bajo
el poder de su magia. Podía hacer con él lo que quisiera. Y fue entonces, en
aquel preciso instante, cuando la bruja
supo con certeza cuan poderosa era. De algún modo, iba a poseer a aquel
hombre… por completo.
-
No huirá de mí – pensó el licántropo con alivio, aun cuando el deseo
de poseerla, la necesidad de marcar su cuerpo, era más intensa por momentos.
Intentó liberarse de su presa, a pesar de que en aquella postura la bruja podía
estudiarlo, explorar su cuerpo, y seguramente, perder el miedo.
-
- ¿No te doy asco?
-
- No, si no estás empapado se sangre y no tienes los colmillos
chorreantes de ella – respondió la bruja, impasible, mientras le frotaba la
piel con aquellas manos tan suaves -. No voy a mentirte. Al principio me he
asustado, y no sabes cuánto, pero creo que me voy acostumbrando a ti.
-
- ¿A pesar de mi aspecto? ¿Después de haber matado?
Ella asintió.
-
El mundo es un lugar mejor sin esos hombres – contesto la bruja -. ¿Te
molesta esto que te estoy haciendo?
-
Parecía preocupada por su comodidad y, aunque él ya no sentía el dolor
punzante de las heridas, la bruja no dejaba de acariciarlo ¿Por qué?
-
De pronto, percibió el delicioso aroma de la excitación femenina y
todos los músculos de su cuerpo se pusieron tensos.
-
- ¡Libérame!
-
No, no puedo – explicó la bruja -.Y no pienso hacerlo. Deja que yo me
ocupe.
-
- Entonces desnúdate tú también.
La bruja obedeció. Apartó las manos de él y
se quitó la camiseta empapada de lluvia, aunque vaciló al llegar al sujetador.
Con un gesto de la cabellera, él le indicó que siguiera y ella dejó finalmente
al descubierto la suavidad de sus curvas y la cremosidad de su piel. – Podría
perderme en unos pechos como esos – pensó el licántropo. Sus pezones eran dos
rubís de un color tan intenso como el de sus labios, tan atractivos, que se
sentía a punto de perder la cabeza por sentir el dulce sabor de su néctar en la
boca.
-
Quítatelo todo. – la observó extasiado, siguiendo cada uno de sus
movimientos mientras la bruja se desnudaba, preguntándose qué sentiría al rozar
con la lengua aquella piel tan arrebatadoramente bella. Cuando finalmente
estuvo desnuda, las manos de la bruja le masajearon de nuevo el cuerpo y sus
pechos se deslizaron despacio sobre su torso, hasta que él sintió como si
estuviera acariciando todo su cuerpo al mismo tiempo.
-
¿Qué… qué me estás haciendo?
-
No lo sé – respondió, con una
voz más propia de una sirena -. Simplemente está pasando.
-
Voy a volverme loco… loco… Me siento tan bien…
-
Las palabras murieron en su garganta al ver que la bruja se
arrodillaba frente a él. La observó reteniendo el aliento mientras ella
sujetaba su miembro entre las manos y lo acariciaba con la suave piel de sus
mejillas.- Debe ser… un sueño – Aquello
no podía ser real.
La bruja parecía salida de un cuento y sus
ojos estaban llenos de deseo.
Notó la suave caricia de su aliento sobre la
piel y un segundo después el cálido tacto de su lengua. Gritó con todas sus
fuerzas, tratando de liberarse de la magia invisible que lo sujetaba contra él
árbol, deseando sentir el beso dulce y envolvente de sus húmedos labios color
carmín.
Al notar el sabor salado en la lengua, la
bruja se puso hambrienta y excitada hasta el extremo de la agonía. Él
licántropo la observaba desde arriba, intentando memorizar hasta el detallo más
insignificante de lo que estaba sucediendo frente a sus ojos. Tenía un cuerpo
tan sensible. Al recorrer la longitud de su miembro con la lengua, desde el
glande hasta la base, soltó una ristra de improperios capaces de hacer sonrojar
al más aguerrido marinero, y el tacto húmedo sobre la delicada piel de los
testículos basto para dejarlo sin respiración. La bruja deslizó lentamente la
hermosa cabeza del sexo de él dentro de su boca y él empezó a temblar, mientras
los músculos de su pecho se tensaban hasta lo imposible, La carne palpitó entre
sus labios, y la bruja no pudo reprimir un gemido de placer.
No podía abarcar tanta masculinidad en toda
su envergadura, de modo que utilizó la mano para acariciarlo. Sintió cómo su
miembro se hinchaba entre sus dedos y su propio cuerpo respondió a la llamada
de deseo que sentía por él. El licántropo estaba al borde del clímax, arqueando
las caderas al ritmo de las caricias y adentrándose aún más en las
profundidades de su boca.
-
Así no – murmuro él entre dientes -. Necesito estar dentro de ti.
Estaba dispuesta a cubrirlo de besos toda la
noche si era necesario, pero también ella deseaba sentirlo en su interior, Le
hizo una última caricia y luego se levantó. Dada la situación, la bruja debatió
consigo misma la mejor manera de hacerlo. Finalmente, puso las manos sobre los
hombros del licántropo y lo empujó hacia abajo para que se arrodillara con
ella. Él obedeció, deslizando los brazos a lo largo del tronco. Seguía atrapado
por el poder de la bruja. Entonces, la bruja inclinó la cabeza a un lado y lo
ayudó a separar las rodillas para que pudiese acercarse más al suelo. Cuando
ambos estuvieron a la misma altura, la bruja se dio la vuelta y retrocedió
hasta que su sexo descansó contra el miembro erecto del licántropo.
-
Dentro de ti. – La cercanía parecía atormentarlo -. Acércate más.
La bruja apoyó la espalda contra el pecho del
licántropo y, girando la cabeza, le cubrió el cuello de besos.
-
Quiero estar lista para ti. Ten paciencia…
-
¡Lo intento, maldita sea!
La bruja le cogió una mano y se acarició los
pechos con ella mientras le llevaba la otra hacia abajo, más allá del ombligo,
del que sobresalía el piercing que tan excitante le resultaba al licántropo.
Cuando finalmente la detuvo entre sus piernas, al abarcar por completo la
calidez de su sexo, el licántropo no pudo evitar un grito ensordecedor de
placer. Dulce frustración, sentir la humedad de su vagina y no poder llevar
hacia allí su lengua, o meterse entre sus piernas.
La bruja deslizó un dedo del licántropo entre
sus pliegues. Gimió y él se movía contra sus mejillas y su cuello, empapados de
sudor.
Otro dedo. Tortura.
-
Estás tan tensa.
Rugió su agonía, a punto de perder el
control. Sentía un latido casi doloroso entre las piernas, al ritmo enloquecido
de su corazón.
-
¡Dentro de ti! ¡Ahora!
La
bruja asintió tímidamente. Retiró la mano de entre sus piernas y la deslizó
hasta los pechos, junto con la otra. Luego se apretó aún más contra él y empezó
a deslizar la punta del enorme pene en su interior. El licántropo podía sentir
las vibraciones de su cuerpo, su suave temblor mientras intentaba acogerlo en
toda su envergadura; sentía sus violentos jadeos y se enloquecía con sus gritos
desesperados de dolor y placer.
-
Más adentro – pidió -. Más.
Pero la bruja no podía.
-
Oh, Dioses… - La bruja estaba casi sin respiración, y no dejaba de
mover las caderas contra el cuerpo del licántropo. Gritaba, se retorcía,
imploraba y él impotente por no poder deshacerse de la magia de la bruja que lo
mantenía atado al árbol. De pronto dejo de llover y se levanto una suave brisa.
Las nubes que cubrían el cielo se dispersaron y la luz de la luna, pálida y
delicada, se coló entre las ramas de los
árboles.
Él sintió cómo le calentaba la piel, incluso
entre las piernas, a la espera aún de probar las mieles que se escondían entre
los muslos de la bruja. Observo extasiado cómo la suave luz bañaba la piel
perfecta de su compañera, desde los hombros, de un blanco marmóreo, hasta el
tatuaje que brillaba en la base de su espalda; sobre las curvas perfectas de
sus nalgas mientras ella se balanceaba encima de él.
-
Quiero tener tu sabor en mis labios.
La bruja se acarició con los dedos y luego
los llevó hasta la boca del licántropo, que los aceptó gustoso y anhelante.
Lamió y chupó con avidez, gimiendo de placer al notar cada uno de los
deliciosos matices.
-
¡Hay Dios mío no puedo esperar más! – Las palabras murieron en su
garganta y la bruja aúllo de placer, su cuerpo sacudido por el clímax más
intenso que jamás hubiese experimentado. Él estaba lo bastante dentro de ella
como para sentir la firmeza de su cuerpo alrededor de su miembro, la forma en
que la bruja exigía lo que él tanto ansiaba dar.
De pronto, una ola de placer inundó sus
sentidos. Volvió la cabeza hacia la luna u aulló. No había podido penetrarla
del todo, pero si lo suficiente como para llenarla con su masculinidad.
Su orgasmo proseguía aún cuando el influjo de
la luna se apoderó de él y le dio las fuerzas necesarias.
Cuando
el licántropo echó la cabeza hacia atrás, la bruja sintió la vibración de su
rugido expandiéndose desde las profundidades de su pecho hasta el último rincón
de la jungla. La luna atravesó las copas de los árboles con su luz plateada e
irreal y, de pronto, lo supo; supo que el licántropo era demasiado poderoso en
aquel estado como para ser contenido por ningún tipo de magia que ella fuese
capaz de conjurar. Y a pesar de que acababa de alcanzar el clímax, seguía firme
y rígido en el interior de su cuerpo, con los músculos tan tensos como antes.
La
bruja deseaba intensidad, ferocidad incluso. Cerró los ojos y se preparó para
lo que estaba a punto de suceder. Estaba cerca de conseguirlo. Unos segundos
más tarde, el licántropo rompió las ataduras invisibles que lo unían al tronco
del árbol y la empujó hasta hacerla caer de rodillas. Luego, la sujetó por la
nuca y la obligó a bajarse contra el suelo, con la grupa levantada.
Sin
dejar de sujetarla firmemente, el licántropo deslizó su miembro dentro de ella,
centímetro a centímetro, hasta hacerla gemir y gritar desesperadamente de dolor
y placer. Cuando la bruja creía que ya no podría acoger en su interior ni un
milímetro más, el inició unas pequeñas embestidas, moviendo las caderas sin
cesar introduciéndose aún más. La bruja gateo hasta el tronco del árbol
tratando de huir de su ferocidad pero era imposible escapar de sus fuertes
manos y de la grandeza de su miembro cercenando su interior abierto hasta lo
inimaginable. Aulló, grito, imploró, desesperada volteaba la cabeza y le rogaba
con ojos espantados más allá del asombro.
De
algún modo, consiguió controlarse hasta que la bruja fue acostumbrándose al
tamaño de su pene. Sin embargo, cuando la oyó pedir más deslizó los brazos
alrededor de su cintura y arremetió una única vez.
-
¡Oh, dioses!- exclamó ella-. Hazlo otra vez.
Él obedeció, una y otra vez, hasta que los
dientes de la bruja empezaron a castañear
a causa de la fuerza del impulso y de la locura y desesperación del
placer y del dolor provocado en la inmensidad de su sexo. Aún así le encantaba,
le gustaba la firmeza de los movimientos del licántropo, la extraña cadencia de
su voz, áspera, salvaje, susurrándole al oído.
-
Estás tan caliente, tan mojada. Me gustaría quedarme dentro de ti para
siempre.
La bruja le acarició los testículos por entre
las piernas y el licántropo gimió agradecido. No obstante, un segundo después
le apartó la mano.
-
Así vas hacer que pierda el control bruja… antes de estar preparado –
Le sujetó ambas muñecas y se las retuvo
detrás de espalda-. No dejaré que esto termine tan pronto, mi pequeña
compañera.
Era la primera vez que la llamaba compañera.
Si finalmente la había aceptado por completo, ella sabía que la noche solo
podía acabar de una manera, y que ella solo podía rendirse a la fuerza de la
bestia que tenía detrás.
Él la cogió por los brazos y la levanto
mientras proseguía el ritmo frenético de las embestidas. Los pechos de la bruja
temblaban con cada movimiento y su piel estaba cubierta por una fina capa de
sudor que la brisa acariciaba suavemente.
“ Nunca pensé que pudiera sentir tanto
placer”. Pensaba la bruja.
Intentó liberarse para tocar su cuerpo, pero
el licántropo la sujetaba con fuerza.
-
tengo que… marcarte. Para que
seas mía.
Temía la llegada del mordisco, pero en aquel
preciso instante no había nada que no estuviese dispuesta a entregarle con
gusto.
-
¡Sí, hazlo!
El licántropo tomó aire y su pene palpitó
dentro de ella, como si anticipara lo que estaba a punto de suceder.
-
Nada podría darme más placer.
También ella temblaba de emoción. ¿Sentiría
dolor?
¿Lloraría?. No importaba, puesto que ya no
había vuelta atrás.
Había decidido vivir la experiencia hasta sus
últimas consecuencias y aquel era un paso que no podía evitar. El licántropo se
inclinó sobre ella, llevo la boca entre su cuello y su hombro y gruñó,
alarmándola y haciéndola estremecer. Sintió el roce de su lengua. De pronto sus
colmillos le atravesaron la piel. Grito de dolor y a causa del intenso orgasmo
que experimentó de golpe. Con total abandono, arqueó la espalda hacia él,
separó las rodillas y movió las caderas, suplicando más.
Con los colmillos hundidos en su cuello, el
licántropo continuó arremetiendo sin tregua, reacio al parecer a soltarla ahora
que había conseguido lo que tanto ansiaba.
Justo cuando la bruja pensaba que ya no
podría soportarlo más, con un resoplido brutal, liberó su esencia en su
interior con la fuerza de un animal enloquecido.
Se desplomó encima de ella, moviéndose aún
lentamente, como si saboreara la húmeda unión de sus dos cuerpos.
-
Nunca te dejaré marcar – dijo el licántropo.
-
Y quién te dijo que yo me marcharía- respondió la bruja acariciando el
rostro agitado pero radiante de placer del licántropo.