7/2/13

ÉXTASIS DE UNA BRUJA.






Aquel tipo de magia le resultaba fascinante. Sentía  que tenía el control,

Que era poderosa; muy distinto de lo que había sentido al huir del licántropo, o mientras los soldados la encerraban en el búnker a punta de pistola.

Le quitó las botas y luego le bajo despacio la cremallera de los pantalones, dejando a la vista la gran erección que se escondía debajo. Podía sentir cómo su cuerpo se estremecía, expectante, y como de su pecho escapaban leves gruñidos de placer.

Tiró suavemente de los pantalones hacia abajo y, al hacerlo, le rozó la entrepierna con el pelo, a lo que el licántropo respondió con un gemido.

 

Cuando estuvo completamente desnudo, la bruja empezó a acariciarle la piel con movimientos firmes, tal como había visto hacer a algunas de sus compañeras brujas cuando querían sanar a alguien. Sus manos se calentaban sobre cada una de las heridas y balas que aún quedaban en su interior. Cerró los ojos y se dejó llevar por aquella extraña sensación, la piel recuperaba su estado original.

Mientras lo atendía, exploró su nueva forma, familiarizándose con aquel ser que le era tan desconocido. Sin la rabia, sin la sangre… le parecía que podía dominarlo. Siguió acariciándolo y se sorprendió al descubrir que las formas de la bestia la excitaban.

Sus espléndidos músculos y su enorme figura eran aún más imponentes, pero a pesar de los cambios que se habían producido en su cuerpo, su piel seguía siendo la misma.

 

Deslizó las manos suavemente bajo el cuerpo del licántropo y descubrió heridas de bala en la espalda y en la parte trasera del muslo. Al tocar su firme cuerpo, notó los labios de la bestia en su cuello, sus colmillos mordisqueándole levemente la piel, y de pronto fue consciente de que tenía a un hombre lobo  en su forma ya humana, desnudo, atrapado bajo el poder de su magia. Podía hacer con él lo que quisiera. Y fue entonces, en aquel preciso instante, cuando la bruja  supo con certeza cuan poderosa era. De algún modo, iba a poseer a aquel hombre… por completo.

 

-         No huirá de mí – pensó el licántropo con alivio, aun cuando el deseo de poseerla, la necesidad de marcar su cuerpo, era más intensa por momentos. Intentó liberarse de su presa, a pesar de que en aquella postura la bruja podía estudiarlo, explorar su cuerpo, y seguramente, perder el miedo.

-         - ¿No te doy asco?

-         - No, si no estás empapado se sangre y no tienes los colmillos chorreantes de ella – respondió la bruja, impasible, mientras le frotaba la piel con aquellas manos tan suaves -. No voy a mentirte. Al principio me he asustado, y no sabes cuánto, pero creo que me voy acostumbrando a ti.

-         - ¿A pesar de mi aspecto? ¿Después de haber matado?

Ella asintió.

-         El mundo es un lugar mejor sin esos hombres – contesto la bruja -. ¿Te molesta esto que te estoy haciendo?

-         Parecía preocupada por su comodidad y, aunque él ya no sentía el dolor punzante de las heridas, la bruja no dejaba de acariciarlo ¿Por qué?

-         De pronto, percibió el delicioso aroma de la excitación femenina y todos los músculos de su cuerpo se pusieron tensos.

-         - ¡Libérame!

-         No, no puedo – explicó la bruja -.Y no pienso hacerlo. Deja que yo me ocupe.

-         - Entonces desnúdate tú también.

La bruja obedeció. Apartó las manos de él y se quitó la camiseta empapada de lluvia, aunque vaciló al llegar al sujetador. Con un gesto de la cabellera, él le indicó que siguiera y ella dejó finalmente al descubierto la suavidad de sus curvas y la cremosidad de su piel. – Podría perderme en unos pechos como esos – pensó el licántropo. Sus pezones eran dos rubís de un color tan intenso como el de sus labios, tan atractivos, que se sentía a punto de perder la cabeza por sentir el dulce sabor de su néctar en la boca.

 

-         Quítatelo todo. – la observó extasiado, siguiendo cada uno de sus movimientos mientras la bruja se desnudaba, preguntándose qué sentiría al rozar con la lengua aquella piel tan arrebatadoramente bella. Cuando finalmente estuvo desnuda, las manos de la bruja le masajearon de nuevo el cuerpo y sus pechos se deslizaron despacio sobre su torso, hasta que él sintió como si estuviera acariciando todo su cuerpo al mismo tiempo.

-         ¿Qué… qué me estás haciendo?

-          No lo sé – respondió, con una voz más propia de una sirena -. Simplemente está pasando.

-         Voy a volverme loco… loco… Me siento tan bien…

-         Las palabras murieron en su garganta al ver que la bruja se arrodillaba frente a él. La observó reteniendo el aliento mientras ella sujetaba su miembro entre las manos y lo acariciaba con la suave piel de sus mejillas.- Debe ser…  un sueño – Aquello no podía ser real.

La bruja parecía salida de un cuento y sus ojos estaban llenos de deseo.

Notó la suave caricia de su aliento sobre la piel y un segundo después el cálido tacto de su lengua. Gritó con todas sus fuerzas, tratando de liberarse de la magia invisible que lo sujetaba contra él árbol, deseando sentir el beso dulce y envolvente de sus húmedos labios color carmín.

Al notar el sabor salado en la lengua, la bruja se puso hambrienta y excitada hasta el extremo de la agonía. Él licántropo la observaba desde arriba, intentando memorizar hasta el detallo más insignificante de lo que estaba sucediendo frente a sus ojos. Tenía un cuerpo tan sensible. Al recorrer la longitud de su miembro con la lengua, desde el glande hasta la base, soltó una ristra de improperios capaces de hacer sonrojar al más aguerrido marinero, y el tacto húmedo sobre la delicada piel de los testículos basto para dejarlo sin respiración. La bruja deslizó lentamente la hermosa cabeza del sexo de él dentro de su boca y él empezó a temblar, mientras los músculos de su pecho se tensaban hasta lo imposible, La carne palpitó entre sus labios, y la bruja no pudo reprimir un gemido de placer.

 

No podía abarcar tanta masculinidad en toda su envergadura, de modo que utilizó la mano para acariciarlo. Sintió cómo su miembro se hinchaba entre sus dedos y su propio cuerpo respondió a la llamada de deseo que sentía por él. El licántropo estaba al borde del clímax, arqueando las caderas al ritmo de las caricias y adentrándose aún más en las profundidades de su boca.

-         Así no – murmuro él entre dientes -. Necesito estar dentro de ti.

 

Estaba dispuesta a cubrirlo de besos toda la noche si era necesario, pero también ella deseaba sentirlo en su interior, Le hizo una última caricia y luego se levantó. Dada la situación, la bruja debatió consigo misma la mejor manera de hacerlo. Finalmente, puso las manos sobre los hombros del licántropo y lo empujó hacia abajo para que se arrodillara con ella. Él obedeció, deslizando los brazos a lo largo del tronco. Seguía atrapado por el poder de la bruja. Entonces, la bruja inclinó la cabeza a un lado y lo ayudó a separar las rodillas para que pudiese acercarse más al suelo. Cuando ambos estuvieron a la misma altura, la bruja se dio la vuelta y retrocedió hasta que su sexo descansó contra el miembro erecto del licántropo.

 

-         Dentro de ti. – La cercanía parecía atormentarlo -. Acércate más.

 

La bruja apoyó la espalda contra el pecho del licántropo y, girando la cabeza, le cubrió el cuello de besos.

 

-         Quiero estar lista para ti. Ten paciencia…

-         ¡Lo intento, maldita sea!

 

La bruja le cogió una mano y se acarició los pechos con ella mientras le llevaba la otra hacia abajo, más allá del ombligo, del que sobresalía el piercing que tan excitante le resultaba al licántropo. Cuando finalmente la detuvo entre sus piernas, al abarcar por completo la calidez de su sexo, el licántropo no pudo evitar un grito ensordecedor de placer. Dulce frustración, sentir la humedad de su vagina y no poder llevar hacia allí su lengua, o meterse entre sus piernas.

La bruja deslizó un dedo del licántropo entre sus pliegues. Gimió y él se movía contra sus mejillas y su cuello, empapados de sudor.

Otro dedo. Tortura.

 

-         Estás tan tensa.

Rugió su agonía, a punto de perder el control. Sentía un latido casi doloroso entre las piernas, al ritmo enloquecido de su corazón.

 

-         ¡Dentro de ti! ¡Ahora!

 

La bruja asintió tímidamente. Retiró la mano de entre sus piernas y la deslizó hasta los pechos, junto con la otra. Luego se apretó aún más contra él y empezó a deslizar la punta del enorme pene en su interior. El licántropo podía sentir las vibraciones de su cuerpo, su suave temblor mientras intentaba acogerlo en toda su envergadura; sentía sus violentos jadeos y se enloquecía con sus gritos desesperados de dolor y placer.

 

-         Más adentro – pidió -. Más.

Pero la bruja no podía.

 

-         Oh, Dioses… - La bruja estaba casi sin respiración, y no dejaba de mover las caderas contra el cuerpo del licántropo. Gritaba, se retorcía, imploraba y él impotente por no poder deshacerse de la magia de la bruja que lo mantenía atado al árbol. De pronto dejo de llover y se levanto una suave brisa. Las nubes que cubrían el cielo se dispersaron y la luz de la luna, pálida y delicada, se coló  entre las ramas de los árboles.

Él sintió cómo le calentaba la piel, incluso entre las piernas, a la espera aún de probar las mieles que se escondían entre los muslos de la bruja. Observo extasiado cómo la suave luz bañaba la piel perfecta de su compañera, desde los hombros, de un blanco marmóreo, hasta el tatuaje que brillaba en la base de su espalda; sobre las curvas perfectas de sus nalgas mientras ella se balanceaba encima de él.

 

-         Quiero tener tu sabor en mis labios.

La bruja se acarició con los dedos y luego los llevó hasta la boca del licántropo, que los aceptó gustoso y anhelante. Lamió y chupó con avidez, gimiendo de placer al notar cada uno de los deliciosos matices.

 

-         ¡Hay Dios mío no puedo esperar más! – Las palabras murieron en su garganta y la bruja aúllo de placer, su cuerpo sacudido por el clímax más intenso que jamás hubiese experimentado. Él estaba lo bastante dentro de ella como para sentir la firmeza de su cuerpo alrededor de su miembro, la forma en que la bruja exigía lo que él tanto ansiaba dar.

De pronto, una ola de placer inundó sus sentidos. Volvió la cabeza hacia la luna u aulló. No había podido penetrarla del todo, pero si lo suficiente como para llenarla con su masculinidad.

Su orgasmo proseguía aún cuando el influjo de la luna se apoderó de él y le dio las fuerzas necesarias.

 

Cuando el licántropo echó la cabeza hacia atrás, la bruja sintió la vibración de su rugido expandiéndose desde las profundidades de su pecho hasta el último rincón de la jungla. La luna atravesó las copas de los árboles con su luz plateada e irreal y, de pronto, lo supo; supo que el licántropo era demasiado poderoso en aquel estado como para ser contenido por ningún tipo de magia que ella fuese capaz de conjurar. Y a pesar de que acababa de alcanzar el clímax, seguía firme y rígido en el interior de su cuerpo, con los músculos tan tensos como antes.

La bruja deseaba intensidad, ferocidad incluso. Cerró los ojos y se preparó para lo que estaba a punto de suceder. Estaba cerca de conseguirlo. Unos segundos más tarde, el licántropo rompió las ataduras invisibles que lo unían al tronco del árbol y la empujó hasta hacerla caer de rodillas. Luego, la sujetó por la nuca y la obligó a bajarse contra el suelo, con la grupa levantada.

Sin dejar de sujetarla firmemente, el licántropo deslizó su miembro dentro de ella, centímetro a centímetro, hasta hacerla gemir y gritar desesperadamente de dolor y placer. Cuando la bruja creía que ya no podría acoger en su interior ni un milímetro más, el inició unas pequeñas embestidas, moviendo las caderas sin cesar introduciéndose aún más. La bruja gateo hasta el tronco del árbol tratando de huir de su ferocidad pero era imposible escapar de sus fuertes manos y de la grandeza de su miembro cercenando su interior abierto hasta lo inimaginable. Aulló, grito, imploró, desesperada volteaba la cabeza y le rogaba con ojos espantados más allá del asombro.

 

De algún modo, consiguió controlarse hasta que la bruja fue acostumbrándose al tamaño de su pene. Sin embargo, cuando la oyó pedir más deslizó los brazos alrededor de su cintura y arremetió una única vez.

-         ¡Oh, dioses!- exclamó ella-. Hazlo otra vez.

Él obedeció, una y otra vez, hasta que los dientes de la bruja empezaron a castañear  a causa de la fuerza del impulso y de la locura y desesperación del placer y del dolor provocado en la inmensidad de su sexo. Aún así le encantaba, le gustaba la firmeza de los movimientos del licántropo, la extraña cadencia de su voz, áspera, salvaje, susurrándole al oído.

 

-         Estás tan caliente, tan mojada. Me gustaría quedarme dentro de ti para siempre.

La bruja le acarició los testículos por entre las piernas y el licántropo gimió agradecido. No obstante, un segundo después le apartó la mano.

 

-         Así vas hacer que pierda el control bruja… antes de estar preparado –

Le sujetó ambas muñecas y se las retuvo detrás de espalda-. No dejaré que esto termine tan pronto, mi pequeña compañera.

 

Era la primera vez que la llamaba compañera. Si finalmente la había aceptado por completo, ella sabía que la noche solo podía acabar de una manera, y que ella solo podía rendirse a la fuerza de la bestia que tenía detrás.

Él la cogió por los brazos y la levanto mientras proseguía el ritmo frenético de las embestidas. Los pechos de la bruja temblaban con cada movimiento y su piel estaba cubierta por una fina capa de sudor que la brisa acariciaba suavemente.

“ Nunca pensé que pudiera sentir tanto placer”. Pensaba la bruja.

 

Intentó liberarse para tocar su cuerpo, pero el licántropo la sujetaba con fuerza.

-         tengo que…  marcarte. Para que seas mía.

Temía la llegada del mordisco, pero en aquel preciso instante no había nada que no estuviese dispuesta a entregarle con gusto.

-         ¡Sí, hazlo!

El licántropo tomó aire y su pene palpitó dentro de ella, como si anticipara lo que estaba a punto de suceder.

-         Nada podría darme más placer.

También ella temblaba de emoción. ¿Sentiría dolor?

¿Lloraría?. No importaba, puesto que ya no había vuelta atrás.

Había decidido vivir la experiencia hasta sus últimas consecuencias y aquel era un paso que no podía evitar. El licántropo se inclinó sobre ella, llevo la boca entre su cuello y su hombro y gruñó, alarmándola y haciéndola estremecer. Sintió el roce de su lengua. De pronto sus colmillos le atravesaron la piel. Grito de dolor y a causa del intenso orgasmo que experimentó de golpe. Con total abandono, arqueó la espalda hacia él, separó las rodillas y movió las caderas, suplicando más.

Con los colmillos hundidos en su cuello, el licántropo continuó arremetiendo sin tregua, reacio al parecer a soltarla ahora que había conseguido lo que tanto ansiaba.

Justo cuando la bruja pensaba que ya no podría soportarlo más, con un resoplido brutal, liberó su esencia en su interior con la fuerza de un animal enloquecido.

Se desplomó encima de ella, moviéndose aún lentamente, como si saboreara la húmeda unión de sus dos cuerpos.

-         Nunca te dejaré marcar – dijo el licántropo.

-         Y quién te dijo que yo me marcharía- respondió la bruja acariciando el rostro agitado pero radiante de placer del licántropo.



69





Hoy me basta tu sonrisa.

Observa mis ojos, veraz que no miento,

Ando ausente del mundo,

Testigo del deseo en mis silencios desnudos

Buscando tu cuerpo.

 

Amanecí con rabia,

Ganas de tocar tu frente en los comienzos

De un viaje, caricias distintas amadoras del tacto,

Antojos de bregar tu geometría exacta,

Aventura de temblar,

Aunque desvistas mi arrayán

En lo fortuito de tu gruta.

 

Pero antes, invierte un antojo,

Seamos una aparición frente a la mañana

De dos cabezas diferentes:

 

Tú,

Al sur de mi vientre,

Yo,

Al norte de tus piernas.

 

Bebamos de la locura húmeda,

Entregados a la aventura

De lanzaderas gemelas:

Subiendo y bajando,

Bajando y subiendo.

 

Ya estamos sin rumbo

Nos vamos  perdiendo,

Más adentro, más adentro…

 

69 veces

En nuestras lenguas

Los dos gimiendo,

Viviendo y muriendo,

Muriendo y viviendo.


 

26/12/09

ECOS DE PIEL EN EL VACIO


El vacío es hermoso cuando retumba tu eco de desnudez
En los rincones más alejados de mi pecho.

La distancia es un diablillo sin extremos,
Un conjuro indefinido de signos que señalan
La ansiedad desde la risa a la perfecta escapada de una lágrima.

Hoy miro como saltan los peces en las peceras abiertas de las calles.
El hombre sin amor es un tronco sin orquídeas perfumadas,
Una saeta sin latitud determinada.

Hay quien guarda en la memoria un beso precoz,
El primer orgasmo bajo la manta interminable de los parques,
Las primeras rosas rojas marchitadas en el jardín de la gruta de las locuras.
Hay quien guarda ojos frente al los mares olvidados,
Senos gemelos en las cimas de las colinas,
Llantos de dolor a los costados grises de un ataúd sin banderas.

Yo me guardo un niño desbocado y desafío al tiempo,
Una piedra en mis bolsillos sin fondo,
Una foto de tu cuerpo cabalgando manantiales
Escapados del viento.

¿Qué verso inventaré para atraparte?

Quizás el de un poema ajeno que desvele a mi alma en la madrugada.

Tomaré una estrella sin romper la ternura de las nubes,
Con pronta suavidad dejaré su luz en el quinto círculo de mi mesa.

Haré mío el recuerdo de tu suspiro,
Tomaré de la nada un fuego taciturno y cierto,
Buscaré tu espalda aunque muera buscando.

¿Puede la demencia convivir en la lengua de mi soledad?

Dejo para ti las respuestas necesarias,
Dejo para mí esta locura incurable
De amarte desde mí silencio.

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8/11/09

VOLVERÉ


Como un relámpago inapagable apuñalo la distancia
Y mi conciencia se inventa alas, diseñadas con prontitud
En el laboratorio de piel ausente donde he graduado tú recuerdo.

Mis ojos ya no ven luces en los suburbios silenciosos del trasmundo.
Hay sed en mi garganta, ansias de beber manantiales de mieles silvestres
Que colgaban como panales eternos alrededor de tus labios.

He soñado diabluras y un sofá se convierte en llama mientras tus senos
Cuelgan alabanzas para mi lengua y tiernamente ocultas el volcán de los naufragios,
Abierto entre las sombras floridas de un cojín húmedo.

Señales se deslizan en las paredes de mis días, quejidos de placer trepan por las cortinas
Y hay fantasmas como brisas desnudas, rondando desesperados a lo largo del mástil
Donde ondeo una bandera de lujuria en el puerto de temblores debajo de mi cintura.

Llegará la hora del encuentro, el chote frontal de huesos moldeables, capacitados
En acomodar las caravanas de aventuras clandestinas. No sé si despertar
De esta noche sabia,
Enrumbar como el adiós
Sobre la montura
De una lágrima.

No sé si hoy o si la madrugada de de mañana…

Solo sé Que volveré a tu isla de carne
Y seremos tiempo,
Solo eso
Tiempo.

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28/7/09

LA NOCHE Y TU DENUDEZ

La noche es la encuesta perfecta para las pasiones. Una ola de deseos se escapa en la tormenta y tu piel es la propuesta para mojar la madrugada. Yo vengo en la ola como un jinete del Apocalipsis, mi señal es de llama, mí propuesta un surco de cenizas en los salientes burbujeantes de tu anatomía donde dejaron sus huellas humeantes todas las diosas. Soy el guerrero en las profundidades, el acertijo para cruzar tus pantanos y pastar como la espuma en los silencios de las orillas redondas. La noche es un brebaje de insomnio y ganas cuando estas alcanzable.Hay hechizos ocultos en los astros y gritos salpicados de verano en cada una de las estrellas. La noche y tu desnudez, secretos rupestres, vaivenes demenciales, succión del tiempo sobre la punta sin escrúpulos de la lengua. La noche y tu desnudez... Orgasmo y sonrisas.

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11/7/09

SEÑORA DE LAS OLAS

Señora de las olas, impulso encrespado de silbidos profundos,
saeta de sal acuchillando remolinos de espuma:

Soy de la arena la extensión descifrable, tendido y esponjoso
espero tu llegada burbujeante, las gotas de todas la lluvias
que has acumulado en tu mar y deseo sobre mi piel ampliada
por tus caricias.
tócame en tu rabia sin desarmar mis huesos, hunde mi coral
en tus círculos mas profundos hasta lograr consonancia
en tus caderas, esculpidas en la montaña de los vicios.

Pero antes déjame desnudarte en mi ritual preferido para tu cuerpo,
contemplarte desde el laboratorio de mis ojos donde fuiste creada
antes de alojarte en mi alma.

Besa mi cuello, intima en tu lengua la promesa de los signos rupestres.
Muerde mi espalda y sacude cada una de sus vértebras cuando encuentren
la punta derretida de tus senos.

Y hazme venir en los susurros bendecidos de tus besos,
yo, me aferraré a tu cintura como una lapa
en los costados de las piedras.

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